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24 nov 2022
Recién egresado por la UPM, técnico responsable de producto en Norel.
De no tener ningún contacto con la agricultura, Carlos pasó de estudiar Filosofía a cursar el grado de Ingeniero Agrícola y obtener el premio al mejor expediente. ¿Qué le llevo a dar semejante giro? Un objetivo muy loable, contribuir a resolver el enorme reto de alimentar a una población creciente en un mundo medioambientalmente herido. Con su reciente título bajo el brazo, hablamos con él sobre cómo lo ha recibido el mercado laboral, qué le parece el sector al que acaba de llegar y el papel de los Ingenieros Técnicos Agrícolas en los enormes retos que tiene el mundo durante los próximos años. Carlos es colegiado del Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Centro.
Las estadísticas dicen que el sector agroalimentario necesita más ingenieros agrícolas de los que salen de las universidades, ¿cuál ha sido su experiencia? Cuando empecé a buscar sí que encontré bastantes ofertas de empleo, otra cosa es que pudiese optar a ellas. Algunas no me resultaban interesantes, otras pedían experiencia previa y en otras las condiciones no cubrían mis expectativas. De todos modos, si buscas, encuentras. Mi primera oportunidad fue un contrato en prácticas, con poquitas horas, pero a los seis meses me hicieron un contrato a tiempo completo con condiciones muy buenas para alguien que acaba de salir de la Universidad. Al poco tiempo encontré una oferta de trabajo en mi especialización, explotaciones agropecuarias, y me interesó más por las condiciones, por el nivel de responsabilidad y porque me ofrecían perspectivas para aprender. Apliqué y me seleccionaron. ¿Estás satisfecho de este primer contacto con el mercado laboral tras obtener tu grado en Ingeniería Agrícola? Si, muy contento con cómo me ha acogido el mercado laboral. Allá donde he ido he sentido que el hueco que he ocupado requería los conocimientos de un Ingeniero Técnico Agrícola. Además, siento que los conocimientos que tengo son buenos y son sólidos. Obviamente, también me he encontrado con muchas cosas que no sé hacer, pero estamos muy bien preparados para afrontar esos retos. Definitivamente hay un hueco en el mercado laboral para los Ingenieros Técnicos Agrícolas. ¿Y qué hay del resto de compañeros de promoción? Situaciones similares. Algunos siguen estudiando, cursando algún máster, pero todos los que se pusieron a buscar trabajo ya están trabajando y con buenos empleos. Usted tiene reciente el acceso al mercado laboral. ¿Qué perfil es el más demandado? Todavía hay bastantes empleos de perfil tradicional, donde las nuevas tecnologías, si las manejas, sin duda es un plus, pero ahora mismo te diría que es más un complemento que una necesidad. No obstante, la aplicación de nuevas tecnologías está creciendo muchísimo y lo que ahora se valora como un complemento creo que va a ser totalmente necesario, porque el crecimiento va a ser exponencial El tema de los idiomas, lo doy por supuesto, claro. Creo que la formación continua es esencial en nuestra profesión. Es un sector muy cambiante a nivel regulación y siempre hay que estar atento y buscando alternativas que te permitan formarte y mantenerte actualizado. Está claro que el sector necesita técnicos pero que faltan estudiantes de ingeniería agraria en las aulas, ¿cuál cree que puede ser el problema? Por una parte hay una oferta enorme de grados universitario. Por otra parte está la brecha que existe entre el mundo de las ciudades y el campo. Hay desconocimiento del mundo rural y de nuestra profesión, y eso genera desinterés. ¿Usted era ajeno al sector agrario? ¿Qué ha encontrado en él? Mi abuela tenía una explotación con olivos y vacas de carne, pero la tenía arrendada. Mi contacto era mínimo, solo cuando íbamos en los puentes o en Semana Santa. En este sector me he encontrado un sector con mucha sabiduría tradicional, que es imprescindible, pero que si le añades ciencia y técnica resulta fascinante, porque con muy poco puedes generar un gran valor a las explotaciones. También me he encontrado un sector muy colaborativo. Esa actitud la he visto desde el primer momento, en la misma Universidad, con los profesores y mis compañeros, pero también en el trabajo, en los agricultores y ganaderos con los que me relaciono, que son gente que trabaja muchísimo y que ponen muchas ganas en sacar el máximo de sus explotaciones… Por supuesto también he visto esa generosidad en otros técnicos, que siempre que ha hecho falta han tenido un rato para ayudarme a ver nuevos enfoques. Una de sus motivaciones para estudiar el grado de ingeniería agrícola fue el reto de alimentar a una población creciente en un mundo de recursos limitados y con un serio problema en el ámbito de la sostenibilidad. Ya tiene la titulación para poder sumarse a esa labor, ¿qué perspectiva tiene ahora de ese problema y cómo cree que los ITA podemos contribuir? Creo que en el mundo rural es donde habrá que atajar muchos de los desafíos que vamos a tener, ya no solo el cambio climático, sino también a nivel social y económico. Este contexto necesita de profesionales, como los Ingenieros Técnicos Agrícolas, que conozcan muy bien las explotaciones agrícolas y ganaderas para que sean más sostenibles y se optimicen al máximo los recursos. Hay muchos discursos sobre agricultura y ganadería que se dan desde el desconocimiento, que alientan patrones de consumo que son más tendencia que un solución global y real. La solución se puede aportar si se deja trabajar a los técnicos, a los especialistas en detectar problemas y soluciones al desafío que puede suponer la agricultura para el cambio climático. Los Ingenieros Agrícolas tenemos una capacidad técnica muy grande y sería un gran error minusvalorarla. Por otra parte, creo que ante emergencias internacionales estamos muy bien informados sobre temas sanitarios, pero no sobre temas alimentarios, y esto también le cuesta la vida a la gente. Para afrontar las crisis alimentarias, creo que más que una labor neocolonial de ‘vamos a haceros un proyecto para que hagáis una granja ecológica’, sería interesante intercambiar conocimientos a nivel mundial que nos permitiesen cubrir una necesidad tan básica como la alimentación. Acaba de colegiarse en su colegio profesional de referencia, el Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Centro. Más allá de la obligatoriedad de la colegiación, ¿qué le motiva de hacerlo y qué espera de su Colegio? Me ha motivado a colegiarme que conozco al presidente, Carlos Gilarranz, que ha sido profesor nuestro, uno de los más implicados. Del colegio, espero poder tener contacto con otros profesionales, tener su respaldo cuando lo necesite a nivel técnico o legal y poder seguir creciendo en la formación continua e intercambiar conocimiento y experiencias con otros profesionales. Creo que es importante que los colegios se abran más allá de los colegiados que los integramos, con profesionales del sector pero de otras disciplinas, para intercambiar y contribuir a una inteligencia colectiva en la que sumemos valor los profesionales, las empresas y el sector en general.
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